María salió de su casa pensando en no volver a llegar tarde. Iba con tiempo de sobras así que era muy improbable que llegara tarde. Era muy fácil: ir a la parada, esperar el autobús, subirse a él y caminar 3 minutos hasta la cafetería.
Hacía media hora que se había duchado y ya estaba sudando. Era un agosto asquerosamente caluroso en Barcelona y ella eligió quedarse en la ciudad. Podría haber ido a Finlandia con unos amigos o a la casa de la playa de otros amigos o al norte con su familia, pero por él eligió quedarse. Sabía que él no podía soportar la soledad y no pudo irse. Si hubiese hecho algún viaje a su vuelta habría encontrado solo las ruinas de lo que llevaba un año construyendo. Él nunca le pidió que no se fuese al menos con palabras, pero saltaba a la vista que no soportaba estar solo. Le conoció en un bar una noche que estubo a punto de quedarse en casa. Desde la primera noche la abrazaba y acariciaba al dormir y la despertaba con besos por la mañana. Al principio le extrañó porque no estaba acostumbrada a ello, tampoco a hacerlo ella. Llevaba bastante tiempo sola y estaba bien, pero él la conquistó poquito a poco. Él le decía que le encantaba estar con ella, que estaba algo cansado de estar solo. Él se fue instalando en su casa de una forma silenciosa pero firme. Llegó un día en el que no se fue. No hablaron de ello, no hubo propuesta ni respuesta, simplemente sucedió y para entonces María ya se había acostumbrado a los abrazos a los besos y todo lo demás.
Subiendo por su calle se paró en un escaparate porque le llamó la atención un vestido pero de repente algo llamó aun más su atención. En el suelo bajo su pie había un papel con un marco de rayas rojas y azules. La leyó.
Queridos Reyes Magos:
Este año e sido mui bueno i quiero que me traigais la Wifi i dos juegos. mis padres dicen que este año no teneis tanto dinero, pero no me lo creo porque los relles sois ricos que lo e visto en la tele. tanvien dicen que como somos tres no puedo pedir la Wifi solo para mi que la tengo que compartir con Eva i Juan. Pues no quiero. quiero que nos traigais una a cada uno porque asi no nos pelearemos i seremos buenos para el año que viene.
Adios.
Le pareció raro y triste a la vez. Raro por encontrar una carta a los reyes magos en pleno agosto en la calle y triste por el pobre papel ¡la de vueltas que habría dado! Por el niño no le dio ninguna lástima. El hecho de que su padres hubiesen tirado la carta le parecía muy razonable. La guardó en su bolso y siguió caminando hacia la parada de autobús. El autobús llegó pronto.
Se subió y se sentó en el primer asiento que vio libre. Le encantaba ir en autobús escuchando música muy alta en su i-pod. Le encantaba cerrar los ojos y sentir el movimiento, le gustaba dejarse llevar.
Al cabo de 10 minutos llegó a su parada. Caminó hacia la cafetería cuando le sonó el teléfono.
martes, 9 de junio de 2009
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